jueves, 26 de mayo de 2011

Sobre la poética joven de la Patagonia (por Ariel Williams)


Sobre la poética joven de la Patagonia

Por Ariel Williams


Abstract
Este trabajo intenta analizar algunos rasgos generales de la poética de los poetas jóvenes de la Patagonia. Principalmente, se plantea que esta poética implica un estrechamiento del horizonte de mundo sobre el que se escribe y, por consiguiente, una ubicación de los poemas en el despojado “territorio del yo”, en el que el yo puede ficcionarse y experimentar con sus posibles. Dicha experimentación implica la “presencia ausente” del otro (alter ego) y lleva al yo a explorar sus límites, búsqueda en la que son centrales la perversión, el destrozamiento del cuerpo y la muerte.

Estrechamiento del horizonte poético y apertura de lo posible
La poesía que escriben los jóvenes de la Patagonia presenta una particularidad muy importante: si se la compara con la poesía de la generación anterior, puede percibirse que su horizonte poético se ha estrechado claramente. Los poetas de la generación anterior afrontaban temas amplios como la condición de la mujer en nuestra sociedad, los pueblos originarios, la existencia en la Patagonia, temas filosóficos como la condición humana en general, aunque siempre haciendo referencia a situaciones políticas más precisas; también cultivaban poéticas ligadas al latinoamericanismo, poéticas del compromiso, etc. Esto quiere decir que su horizonte poético, si bien anclaba en lo individual, lo doméstico o lo local, lo hacía remitiendo sus textos a campos de sentido que trascendían dicho anclaje y que tenían, en definitiva, al mundo como un presupuesto fundamental.
En clara ruptura con esas poéticas, los jóvenes instalan su enunciación en territorios poéticos de horizonte cerrado; en sus textos ya casi no hay sociedad ni mundo ni paisaje, y en este sentido son más abstractos:
…no soy la gente, no soy el mundo, ando a contrarumbos… (Jorge Agustín Romero, Palabrazos).
Lo que sí se constituye en esta poética joven, a veces, es una vida cotidiana, pero casi aislada, reducida a sus elementos mínimos y ligada a una historia exclusivamente personal; o bien se despliega el relato de la relación amorosa entre un yo y un vos (relación casi siempre ya terminada, circunstancia que clausura incluso el nivel temporal del mundo poético). Ejemplos de esta situación son Fuente de secretos, de Noelia González, y los poemas de Selva Sepúlveda seleccionados en la antología Desorbitados hecha por Aliaga. En los textos de otros poetas, los enunciados poéticos se refieren a un yo que se describe y se desdobla especularmente, a veces, en tercera persona, y en muchos casos hay una especie de mitologización del yo.
Por un lado, podemos entonces decir que se construye así una poética limitada, cerrada sobre sí misma: el campo existencial y perceptivo se estrechan y, de esa manera, hay una enorme pérdida de mundo; pero, por otro lado, se logra, con esa desmundanización del mundo, con esa desrealización, una paradójica ampliación del campo experimental de la poesía: la imaginación puede desplegarse, el “como si” poético puede desarrollar su pleno juego; el principio del placer predomina sobre el principio de realidad.

El mundo
Quemar. Y hacerlo a nuestra manera. (Camila Fabi, Mmm).

Así, las poéticas jóvenes redescriben el mundo, y pueden hacerlo porque no se han anclado a un real presupuesto. Un ejemplo de esta posibilidad son los poemas surrealistas, casi patafísicos (porque crean una nueva física caótica, que no responde a leyes mundanas) de Camila Fabi:

Fatiga
Salimos a pasear con tres chanchos detrás, con un collar de naranjas
sin cáscara atadas de un hilo color marrón, con zapatos de fiesta y
cordones descompuestos, con bombacha y sin corpiño. Corremos tres
cuadras y caemos desplomados sobre la vereda caliente.
Nos levantamos de un salto y quedamos los dos sentados en la rama de
un árbol. Nos bajamos cuando comienza a anochecer y ya no hay gente
que pase para escupir… (Camila Fabi, Mmm).

Puede verse que, en este poema, el paradigma poético es la acción casual, que no responde a leyes de causalidad física, psicológica o social establecidas. Se trata de un cuestionamiento radical: la poesía es una investigación sobre mundos posibles, una variación imaginaria de lo visible y experimentable:

…que la arena que la mano contornea al
pasto la mandíbula el borde de lo humano
sobrepasado por lo no, conjugándose, híbrido
terso, flota se deshace se quiebra se recrea golpea
renace (finalmente)… (Priscila Vallone, Pez).

Se parte de la negación de lo real, se lo pone entre paréntesis para hacer posible una libre variación de los elementos, lo cual implica una previa destrucción del mundo:

…no quedará nada en su lugar
como antes de la tormenta.
Nada en pie… (María José Roccato, a la intemperie)

… se desvanece
la continuidad
del cosmos… (Carlos Roberto Pérez, Morador).

… tenemos licencia para ser diferentes
con nuestra propia orquesta
corriéndonos detrás
y los escrúpulos en la heladera
acomodados como en el tetris… (María Florencia Álvarez, Dvotchka).


La reducción al territorio del yo, el juego y la perversión

En la poética joven, el mundo ha sido reducido al círculo más íntimo del ego: el propio cuerpo, la propia psique, la domesticidad más cercana, un “vos” que puede llegar a constituir una suerte de espejo o alter ego. El territorio del yo poético es un círculo estrechado, abstraído de todo real presupuesto, geografía de la propiedad del ego, campo de diferenciación y de juego consigo mismo:

…yo siempre fui un enemigo,
un rival vuelto hacia adentro
en su más fanático imperio… (Jorge Agustín Romero, Palabrazos).

... como quien quiere desterrarse
en su propio aliento… (Soledad Davies, Azzzabache).

Esa imagen del destierro que aparece en el poema de Soledad Davies recorre todo el libro a la deriva, de María José Roccato, bajo la figura del sujeto lírico expuesto a una intemperie que no hace hogar, también descripta como “desamparo”. Porque, paradójicamente, el aislamiento en el propio territorio puede constituir un destierro (del mundo). Sin embargo, en vez de acentuar el aspecto negativo (el “des” de “destierro” y de “desamparo”, el “in” de “intemperie”), este proceso de desmundanización se puede presentar incluso como comparable a lo bello:

El desamparo toma
- a veces -
formas extrañas…
como lo bello. (María José Roccato, a la intemperie).

Este proceso puede también asimilarse al acto de desnudarse o a otros similares, como descascararse o descarnarse, ya que se trata de un despojamiento:

Tan al aire uno
al descuido
como la piel… (Carlos Roberto Pérez, Scafandra).

Como en toda poesía lírica, en la poética joven, el núcleo es el yo, y el despojamiento pone en evidencia precisamente a dicho núcleo. Pero, al mismo tiempo que el yo aparece en su lugar discursivo central, se despliega en sus posibles, juega consigo mismo, se ficciona:

Caigo
desde este punto hacia
la arista en que podría ser
otra cosa… (María José Roccato, a la intemperie).

Ser otra cosa es la posibilidad más extrema que está en juego en esta poética joven. Un ejemplo claro de eso es la forma en que se figura allí el cuerpo (territorio del yo por excelencia, para Erving Goffman). ¿Qué es tener un cuerpo? Esa pregunta es rápidamente rebasada y trascendida por la poética joven hacia el libre juego que, en definitiva, desposee al cuerpo de sí: este es entonces destrozado, pervertido, sometido a la putrefacción, se mencionan constantemente sus fluidos y sus líquidos, enfatizando así su carácter abierto e inconcluso: un cuerpo es alguien haciéndose y rehaciéndose, nos dice la poesía de los jóvenes. Casi parece que se estuviera inventando una nueva sintaxis (perversa, polimorfa) del cuerpo:

Es imposible soportar tantos
pequeños cadáveres y los vomito. Están esperando que
me saque los ojos y los ponga en mi palma… (Priscila Vallone, Pez).

Desmoronarme, asombrarte en mis escombros… (Jorge Agustín Romero, Palabrazos).
…y otro uso de mi cuerpo… (ídem)

Más allá de mí cuerpos que
oyen su voz para que mi sangre se amontone por el camino… (Carlos R. Pérez, Scafandra).

La aparición de blancos internos en los versos de Scafandra podría interpretarse como una figuración a otro nivel de este destrozamiento del cuerpo: se abren vacíos en el cuerpo, en el ego, en sus percepciones y en su discurso. Temas como el vacío, la ausencia, la pérdida, frecuentes en esta poética, no son solo negativos, sino que también pueden significar la apertura de un espacio para salir del ahogo. En la reciente edición de Scafandra, lo primero que vemos es una escafandra abierta que da al interior de una garganta. La poesía de Carlos Pérez, así como la de María José Roccato, agujerea el sintagma, lo corta, lo fragmenta, lo desplaza:

…refundar sentidos sonidos
para sentir en otro cuerpo
palabra viva… (María José Roccato, a la intemperie).

La poética joven, en general, ahueca, abre, vacía, revierte y destroza al cuerpo… para recomponerlo y hacer posible una figuración de otro cuerpo y otra experiencia. “Alterar cada es”, dice Camila Fabi, y ese podría ser el lema de esta poética. Los dibujos que acompañan a los textos de Pez, de Priscila Vallone, nos muestran cuerpos rotos, curvándose, ojos sueltos, seres cuyos cuerpos constituyen mezclas de distintos organismos, a los que se les han injertado ojos inmensos y trazos casi cubistas: cuerpos haciéndose, entonces, no terminados. Es decir: se constituyen nuevas tramas de sentidos y de sensaciones; pero para ello es imprescindible adquirir nuevos órganos o revertir las funciones de los órganos ya dados, o, también, atrofiar los órganos por medio de “vicios” que los enferman y los sobreutilizan. Por eso mismo, muchos de estos poetas tematizan la perversión y la muerte.

La perversión, como actitud poética, implica concebir al propio cuerpo como campo de experimentaciones y al propio ego como campo de las voluntades que juegan a dominarse. El sujeto lírico de poema en 20 vinos, de Dante Sepúlveda, expone su lenta aniquilación y degradación por medio del alcohol, la droga, la autoflagelación, ante un “vos” ausente:

me clavo alfileres en los dedos
me los inyecto fuerte
para que entren.
Y vean jugar mi sangre… (Dante Sepúlveda, poema en 20 vinos).

Es interesante que, a pesar del dolor, aparezca aquí la palabra “jugar”. Ese “juego” es en parte posible por la ausencia del ser amado: ante esa ausencia, el yo habla de sí y se experimenta; la ausencia impide la clausura definitiva en el narcisismo. El otro ausente es alter ego, reflejo, pero está ausente:

sin fantasmas uno es nada (Dante Sepúlveda, poema en 20 vinos).

El yo es algo si el vos es un fantasma; relación especular inversa. Pero esta relación convierte también al yo en un fantasma. Esto evita la clausura del yo (no hay completamiento en lo real). Este peligro se conjura con el dolor, con la ausencia: el dolor es un juego terrible que el yo lírico juega con el vacío y con los fantasmas yo / vos. Es necesario un afantasmamiento del yo para que se pueda jugar con él, experimentar otros yoes posibles. En esta estructura, un suceso importante es el de la transformación del yo en segundo en la relación amorosa: no ser el amante principal, sino el de reemplazo, ser el abandonado: la secundariedad del yo lo saca de su lugar central, lo vacía de sí mismo, lo hace vicario:

Toda arreglada frente al espejo
sabés que no te va a buscar
y masticás la última esperanza
te aclaré que no me importa ser el segundo… (Dante Sepúlveda, poema en 20 vinos).

…la mentira me hizo ser la otra
madre. soy la otra. mi voluntad es otra. (Cuper, doma latina).

La otra es “yo como otra”: el juego de dolor de la secundariedad abre un punto de fuga en la clausura especular narcisística:

…ella es yo misma reflejada.
no puedo suicidarla solo estuve ahí enfrente de
su rostro (Cuper, doma latina).

En la expresión “no pude suicidarla” está todo el dolor y, a la vez, todo el juego; toda la posibilidad y todo el imposible. Yo es la otra, pero no puede ser yo en ella y suicidarla. El límite que se toca aquí es central para esta experimentación de sí: si el otro (vos, el amado, el otro amado) está ausente para mí, el otro también puede significar mi propia ausencia (que yo no esté en mí, que otro ocupe mi lugar en la relación amorosa).

Como suele ocurrir en el campo de la perversión, lo que aquí está en juego es la oposición actividad / pasividad con todas sus torsiones y dialécticas posibles (incluso la del sujeto experimentándose a sí mismo: acto en el que el sujeto es a la vez activo y pasivo, sujeto y objeto). La relación perversa se presenta en la poética joven en distintas configuraciones, que por supuesto no se excluyen mutuamente:

a) abandonar – ser abandonado
b) engañar – ser engañado
c) dominar – ser dominado
d) matar – ser matado
e) comer – ser comido

Todas aparecen, de una u otra manera, por ejemplo, en los libros de Fernanda “Cuper” Maciorowski: La superficie de Medea, Conejo y doma latina. Las dos últimas posibilidades se ven con especial fuerza en casi todos los textos de los poetas jóvenes. Crimen pasional, de María Florencia Álvarez, invoca el asesinato desde el título. Para estas y estos poetas, el crimen puede ser un arte (como para De Quincy): destruir es una forma de la belleza.

La posibilidad de devorar al otro o de ser devorado por él (que incluye al acto de beber líquidos y humores corporales: sangre, saliva, sudor, flujo, semen, etc.) es clave en la relación tan compleja yo / vos: implica in – corporar, en el doble sentido de ingerir y de volver no – cuerpo:

Imaginé agarrarlo como a la carne picada
con todos los dedos… (Silvia Mellado, Acetato).

En todos los casos, hay una metáfora implícita que a veces emerge: la de la escritura misma como desnudamiento, trozamiento, recombinación, deglución, digestión, perversión, experimentación con los posibles del cuerpo y del yo / vos:

un trocito de la carne de mis muslos
un trocito de la carne de mi cara
(…)
los pedacitos van formando las letras de las palabras que te escribo… (Cuper, Conejo).

“Muerta yo”
La muerte es, por un lado, el final de los finales, el final del dolor. Pero, por otro lado, es la posibilidad de las posibilidades. En esta poética joven, la muerte del yo permite una multiplicación de sí. El yo se convierte en un punto desdoblante. La muerte es liberación y reinicio:

Y morirse a diario… (Carlos R. Pérez, Scafandra)

Para iluminar y saltar del final hacia la mañana. (ídem)

Haber sido ser quien ahora no soy
y hoy ser quien sea (Jorge Agustín Romero, Palabrazos)

hablas
desde tantas vidas
desde tantas muertes (Soledad Davies, Poemas en Misa).

Necesito morir
en un par de promesas,
eso, e irme: sea cielo sea otro lado. (Nahuel Banuera, (pi) Tránsito de los pocos entre los muchos).

“Muerta yo”, así resume esta actitud Soledad Davies en Azzzabache. La muerte como posibilidad de recomenzar sin cargar con el peso de lo sido, como una especie de regreso a la inocencia, sin la carga de las determinaciones ni las condiciones de lo real. Eso en definitiva es escribir, y como dice Cuper:

ahí estaba mi juego
un soplo de nada (Cuper, La superficie de Medea).


Bibliografía:

-Aliaga, Cristian (antólogo). Desorbitados. Poetas novísimos del Sur de la Argentina, Fondo Nacional de las Artes, Bs. As., 2009.
-Álvarez, María Florencia. crimen pasional, infamia trascendental, Bs. As., 2006
Devotchka, Estrella Deliciosa, Pto. Madryn, 2010.
-Banuera, Nahuel. (pi)Tránsito de los pocos entre los muchos, Bibl. Pop. Agustín Álvarez, Trelew, 2007.
-Davies, Soledad. Azzzabache, La Bohemia, Bs. As., 2004
-Poemas en Misa, Fondo Editorial de Comodoro Rivadavia, 2006.
-Fabi, Camila. Mmm, Difusión Austral, Río Grande, 2010.
-Goffman, Erving. Relaciones en público, Alianza, Madrid, 1971.
-González, Noelia. Fuente de secretos, Estrella Deliciosa, 2007.
-González, Sebastián. Confortablemente adormecido, Ediciones En Danza, Bs. As., 2009.
-Husserl, Edmund. Meditaciones cartesianas, Tecnos, Madrid, 1986.
-Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica, FCE, Méjico, 1949.
-Maciorowski, Fernanda “Cuper”. La superficie de Medea, Estrella Deliciosa, 2007
doma latina, infamia trascendental, 2010
Conejo, Cartonerita Solar, 2010.
-Mellado, Silvia. Acetato, Educo, Neuquén, 2009.
-Pérez, Carlos Roberto. Morador, Ediciones Del Marqués, Río Gallegos, 2005
Scafandra, Ediciones De La Casa, Pto. Madryn, 2011.
-Roccato, María José. a la intemperie, Fondo Editorial Provincial, Rawson, 2011.
-Romero, Jorge Agustín. Palabrazos, milena caserola, Bs. As., 2009.
-Sepúlveda, Dante. poema en 20 vinos, 2006.
-Vallone, Priscila. Pez, Difusión Austral, Río Grande, 2010.


(Gracias Cuper de Estrella deliciosa por pasar el artículo!)